lunes, 12 de abril de 2010

Valiente mujer sobrevive al Holocausto




Aquella tétrica tarde a finales de 1939 en Hotín (Rumania), mientras Mary Cogan y su familia formaban una fila que inevitablemente los llevaría a la muerte, nadie imaginó que Mary y su madre terminarían viniendo al Perú y, mucho menos, que Mary nos contaría de manera muy dulce y carismática su dramática experiencia de vida.

Tenía tan sólo cuatro años y no entendía porque su raza no tenía derecho a vivir. No comprendía por qué ni a hacia donde se dirigían. Su madre intentaba explicarle que se trataba de un ineludible camino hacia la muerte, pero su inocencia no le permitía aceptar ideologías basadas en la maldad y la locura. Hoy, la tranquilidad, paciencia y amor con la que nos relata los hechos, confirman que la inocencia con la que inicia su historia, aún permanece intacta.

Todos los judíos y gitanos de Hotín , un pueblo ubicado , durante la segunda guerra mundial en la región rumana de Besarabia fueron despojados de sus hogares y , posteriormente , agrupados por los soldados nazis para iniciar un sufrido e interminable viaje hacia los campos de concentración .

“Todos sabíamos que esa era la finalidad, sabíamos que íbamos al matadero”, narra Mary.

Durante el trayecto, Mary vio caer a niños, ancianos y discapacitados por falta de alimentos, pero lo peor estaba por llegar. Su abuelo se esforzaba por continuar, a pesar de la debilidad; de pronto, un soldado lo sacó del grupo y lo asesinó a sangre fría frente a todos.

“Ese fue el primer contacto directo que tuve con la muerte”, dice Mary con la voz afligida.

El martirio duró varios meses más hasta que finalmente se instalaron en el campo de concentración Moguilov. Las condiciones en las que vivían solo confirmaban una muerte segura. La gente hacía sus necesidades, donde dormían y el único placer que tenían era comer las cáscaras de las papas.

“Tal era el hambre que teníamos que eso para nosotros era un manjar comerlas”, recuerda.

El sufrimiento era constante. Esta vez sería el turno de la abuela. Fue hallada muerta y su cuerpo fue retirado 8 días después. Mary y su madre sabían que ellas serían las próximas.

Parecía que el final había llegado. La cámara de gas era instalada en el campo de concentración y quedaban dos opciones: el escape o la muerte segura.

“’¡La muerte llegó, la muerte llegó!’, gritaba mi mamá. ‘Hay que tratar de escaparnos y a la de Dios’, no se cansaba de repetir.

En octubre de 1944, tras sortear dolorosos obstáculos y recorrer innumerables kilómetros, Mary y su madre lograron escapar del campo de concentración. Finalmente, arribaron a Chernóbil y fueron llevadas donde su Padre quien las había estado buscando desde el Perú.

Pisaron suelo peruano el 22 diciembre 1948. Mary inició una nueva vida. Estudió odontología, se casó y desde entonces lleva el apellido de su esposo Felipe Schneider. Tiene dos hijos y dos nietos. Su madre, a quien le agradece seguir con vida, murió en enero de 1995.

“Amo esta tierra con toda mi alma y le tengo una gratitud eterna, porque el Perú me dio la libertad. “Culminó.

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